20070227

Bernardo: primer párrafo

Cuando ya voy en los 900 mil caracteres de "Bernardo, una biografía no autorizada de Bernardo O'Higgins", no sé si tomarme un whisky o ir a una casa de huifas. Ha sido un largo trabajo que aún no termina, pero quiero compartir con ustedes al menos el primer párrafo del libro.

Introducción

A las cinco de la tarde del nueve de julio de 1824, una comitiva de siete hombres, más sus criados de confiaza, cocineros y arrieros, “zambos”, negros y blancos, partió de Trujillo, en el norte de Perú, a encontrarse con el ejército de Simón Bolívar que entonces luchaba por liberar Lima del dominio realista. Lo que se les venía encima era un penoso viaje de más de seiscientos kilómetros hasta Huancayo, en plena sierra. En el grupo había una nada de extraña mezcla de intereses financieros, políticos y militares. Dos de los viajeros eran ingleses con intereses mineros en la zona; otros dos eran soldados que iban en camino a reincorporarse a las filas de Bolívar: un colombiano y un chileno, José Domingo Allende. Iba también el argentino Tomás Guido, que hasta pocos años antes había sido una suerte de mano derecha del general José de San Martín. Y también iba un admirador de Darwin y emulador de sus dibujos naturalistas: era un irlandés llamado Thomas Nowles que respondía al sobrenombre de John Thomas, bueno para dibujar plantas desconocidas y tomar apuntes del viaje y especialmente de la vida del último de los pasajeros, el de pasado más ilustre y a la vez oscuro, un general chileno con apellido irlandés, colorín, bajo y rechoncho, que un año y medio antes había detentado el poder absoluto en su país pero había sido derrocado por su general más fiel y engañado por su amante. Se llamaba Bernardo O’Higgins.