20051026

Mucho trabajo

Disculpen la poca actualización del blog. He estado con trabajo hasta el cuello. Espero poder postear después del miércoles.

20051017

Los goles de mi vida: 8 de julio de 1982



El Mundial de España 82 ya era un recuerdo para Chile cuando, en las semifinales, presencié el que debe ser el partido de fútbol más eléctrico de la historia. A estas alturas es un clásico que creo que no ha sido igualado en intensidad, bolas y electricidad. Es el Francia 3, Alemania 3 (4-5 en penales).
Francia era mi equipo favorito para este mundial. ¡Jugaban mejor que Brasil! Elegantes, corajudos... las tenían todas, partiendo por Michel Platini. Y los alemanes... malditos, cómo odiaba su fútbol cerebral de mierda, sustentado solo en el físico. Claro que Rumenigge no era nada de malo.
Y llega esa definición para la final en Sevilla. Marcó Alemania primero, con Pierre Littbarski. Y fue lo mejor que pudo haber pasado. Los franchutes se fueron como lobos al arco de Toni Schumacher. Platini, Rocheteau, Giresse: intentaban e intentaban hasta que Platini marcó.
Pero faltaba más. En el segundo tiempo, Toni Schumacher sale a interceptar una pelota y aprovecha de darle una repasada a Patrick Battiston, que había entrado para el segundo tiempo. Battiston queda inconciente, tendido en el pasto. Schumacher se vuelve a su arco y, mientras Battiston es atendido por los paramédicos... ¡comienza a hacer estiraditas! Los setenta mil espectadores no lo podían creer. El árbitro... NADA. Qué tarjeta roja, o amarilla... ni siquiera tiro libre concedió.
El partido estaba por terminar. Después de un palo en el arco de Alemania, los equipos se prepararon para el tiempo complementario.

El mejor tiempo extra de la historia
Qué treinta minutos fueron esos. Todavía los tengo grabados. No lo podía creer. Dos minutos después de reiniciado el partido, los franceses hacen un gol y quedan 2 a 1. Siete minutos después, y con la estrella germana Karl-Heinz Rummenigge en la cancha, Alain Giresse marca el 3 a 1 a favor de Francia.
Está a punto de terminar el primer tiempo complementario y Alemania hace un gol... ¡pero el árbitro marca off-side! Diablos, parecía que los franceses iban a ir a la final.
Al regreso, si la cosa ya estaba al rojo, ahora está peor. Rummenigge, fresco del entretiempo, marca el 2x3. Alemania está a un gol del empate, pero queda poquísimo tiempo. Hasta que Klaus Fischer, de chilena, empata para Alemania.

La mejor definición a penales de la historia
Giresse: gol. Kaltz, gol. Amoros, gol. Breitner, gol. Rocheteau, gol... y entonces el arquero Jean-Luc Ettori ataja el pencazo del defensa Uli Stielike. El alemán cae al pasto, llorando. Francia queda 3x2 arriba.
Va a tirar el francés Didier Six... pero se pone nervioso y... ¡falla! Es el turno de Alemania: Littbarski no duda y marca. Vuelven a estar empatados, esta vez a tres.
Viene el turno de los delanteros. Platini para los franceses, gol. Rummenigge para los alemanes, gol. Estamos a cuatro. Falta la última serie de penales.
Le toca a Francia. Bossis tira y... su tiro no tiene fuerza y es atajado fácilmente por Schumacher. Empatados a cuatro, pero Francia ya no tiene más penales.
El alemán Horst Hrubesch está frente al balón...
Gol.
A la mierda.
Alemania ganaba 5 a 4 la definición a penales, y de paso sepultaba a uno de los mejores equipos del siglo XX, Francia 82. Los alemanes posteriormente perderían con Italia la final. Pero qué importa.
Dicen que Platini ha dicho de este partido: "Si nos hubiéramos dado cuenta de lo buenos que éramos, no hubiéramos perdido este partido".

20051013

Bang Bang Bang (pobreza en Chile 3)

Hace poco menos de un año, tres (o cuatro, no lo sabré nunca) pendejos, entraron a la casa de mis padres y balearon a mi papá. Voy a saltarme los escabrosos detalles, como que a mi mamá y a mi hermana discapacitada las hicieron tirarse al suelo, salvo para decir que un cinturón, un torniquete, el hecho de que mi viejo es cirujano, y la llegada del Samu, lo salvaron.
No así ADT, la empresa de alarmas, que dice que mi papá apretó "muy poco rato" el botón de pánico: y claro, se estaba desangrando (además, se supone que con "poco rato" debe funcionar:es un botón de "pánico").
Unos días después, Carabineros atrapó a uno de ellos. Era un pendejo de 19 años, que vivía en Colón Oriente. Es decir, un vecino.
No sé muy bien como, pero creo que el baleo sí tuvo que ver algo con esto, terminé embarcado en un reportaje sobre un colegio de La Pintana que se especializa en jóvenes "en riesgo social". Fueron varios días de reporteo, entre los que se incluye uno visitando las casas de los alumnos un día después de inundación.
Para poder acceder a esto, tuve que ceder en un principio periodístico que mantuve virgen durante todo mi paso por el "espectáculo": Jamás mostrar el artículo al entrevistado. Los sostenedores del colegio me pidieron esto y yo accedí antes de empezar. Pero lo que escribí no les gustó. La segunda versión que hice sí, pero a mí no, y a mi jefa en El Sábado, con razón, tampoco.
¿Qué diferencia había entre la primera versión y la segunda?
La primera versión era "la noticia negativa", como se dice en mamonish. La escuela me llevó "en un largo tour" por La Pintana, San Bernardo y Puente Alto. "Y vi la vida tal como es". Era un día después de una inundación. Y vi alcantarillas devolviéndose por el water, mujeres aporreadas, tipos de quince años durmiendo al mediodía frente a la tele, vi las famosas casas Copeva y la gente que aun queda en ellas, vi llanto, miseria, perros sarnosos, mediaguas sin ventanas, mucha gente durmiendo en una sola cama.
Vi también el esfuerzo de los profes por sacar adelante a sus alumnos. "El terremoto que ha ocurrido aquí", me dijo una profe, "es la destrucción de las familia popular". "Lo que queremos aquí", me dijo otra, "es sacar a los niños de sus casas, sacarlos de la calle".
Los sostenedores de la escuela odiaron el artículo. Les pareció que era verdad, pero también les pareció que "estigmatizaba", esa palabrilla tan ubicua, que pasó de la iconografía religiosa al análisis social. Es decir, yo ponía "estigmas" sobre mis entrevistados.
La segunda versión no era menos verdad que la primera. Pero era "la noticia positiva" (bbrrr). Los profes ayudaban a los niños, la gente celebraba los cumpleaños, los niños podían graduarse, el paseo por sus casas no estaba (para no traicionar la confianza de los padres en la escuela).
Vi venir la posibilidad de no publicar el artículo desde que recibí el mail con la palabra "estigmatización". La segunda versión fue un esfuerzo medio desesperado por reflotar un buque que los propios interesados no estaban interesados en que saliera del astillero.
Desde que mi jefa me dijo que el artículo no iba, le he estado dando vueltas al asunto. Tal vez más de las debidas. Pobreza, delincuencia, estigmatización, periodismo, todo junto.
El asunto es que tanto la primera versión como la segunda versión, tanto mi mirada, la del periodista culiado que va a meterse a lugares que su medio nunca cubre; como la mirada de los sostenedores de la escuela, la de quienes por bondad, decencia, llamado, o lo que sea, se dan el trabajo de crear una escuela para mocosos en riesgo social, son miradas incompletas. Ni ellos ni yo somos pobres. Así de simple.
La historia de la escuela es una historia bonita, pero ¿qué pasa después de la escuela? ¿Qué pasa con los jóvenes cuando egresan? Los sostenedores saben evidentemente más que yo, pero igual que yo, no es mucho lo que puedan hacer después en las vidas de los muchachos que educan. La educación que reciben, por más bien intencionada que sea, no los va a sacar de donde están. Es la única oportunidad que los mocosos tienen. Y se necesitan miles de oportunidades.
No caricaturicen lo que estoy tratando de decir: no ssotengo que estos niños están condenados a ser delincuentes. Pero dejémonos de huevadas y mariconadas: están en contacto con la delincuencia, están relacionados con ella (los ricos también, pero los ricos tienen papis, mamis, tíos, redes que los acogen en sus caídas). Si la clase política ha optado porque Carabineros sea una fuerza que no entra a muchas poblaciones de Chile (¿qué paco, en su sano juicio, está dispuesto a arriesgar la vida por 150 lucas al mes?), ¿qué queda para los niños que viven allí? Traficar pasta base no es algo raro. Andar con pistolas no es raro. Los raros son los otros, nosotros, los que tenemos mil oportunidades en la vida y podemos darnos el lujo de desperdiciar unas pocas. ¿De qué "ley" les estamos hablando?
Respuesta de la clase política a la delincuencia juvenil: rebajar la edad de responsabilidad penal. ¡El sillón de Don Otto! Los niños están aprendiendo a ser delincuentes a los 16 años. Ag, pego gon esta nueva ley, ya no apgendegán a los 16. Solucionado el pgroblema. Apgrendegán a los catogce.

20051011

Don Ramón boxeador

Perdonen, pero no resisto reproducir ésto:

Chavo: Ron Damón, ¿usted fue boxeador?
Don Ramón: Y de los buenos, Chavo; yo fui campeón de los barrios en el año de mil novecientos qué te importa. Yo era pluma.
Chilindrina: Todavía...
Don Ramón: Quiero decir que era peso pluma, pero pegaba como mula.
Chavo: ¿Con las patas?
Don Ramón: Me refiero a la fuerza, Chavo. Mira, te voy a enseñar...
Chavo: ¡Ay, no... no!
Don Ramón: No, no, te voy a enseñar algo que tengo aquí, mira.
Chavo: ¡Ahhh!
Don Rámón: Son los guantes que usé cuando gané la corona.
Quico: ¿Le pagaban con cerveza?
Don Ramón: ¡La corona del campeonato, Quico! Hubieran visto qué pelea. Caí cinco veces, ¡no!, pero él cayó seis, y el réferi cayó ocho... digo, es que a veces se equivoca uno, ¿no? Pero es más: mucha gente comentaba que yo me parecía a Mantequilla.
Chavo: ¿Lo embarraban en las teleras?
Don Ramón: A Mantequilla Nápoles, el boxeador. ¿Que no lo conociste?
Chavo: No.
Don Ramón: Era muy bueno, Chavo, muy bueno. ¿Sabes qué le pasó cuando le quitaron el cinturón?
Chavo: ¡Se le cayeron los pantalones!
Chilindrina: Ay, Chavo, ya no interrumpas. Síguenos contando, papi. Síguele.
Don Ramón: Pues sí mijita; es más: el Cuyo Hernández me quería manejar.
Quico: ¡Ijo! ¡Como si fuera camioneta!
Don Ramón: El cuyo Hernández maneja boxeadores, y me quería llevar a su establo.
Chavo: ¿Le vieron cara de vaca?
Don Ramón: ¡Más cara de vaca tiene otro!
Chavo: Bueno pero no se enoje...
Quico: Ya, Chavo. No interrumpas. Síganos contando, don Ramón. ¿Qué pasó después de que le vieron cara de vaca?
Don Ramón: ¿Cara de qué?
Quico: ¿Cara de toro?... ¿de buey?... ¿de becerro?... ¿de barbacoa a las brasas?... ¡me doy!

20051007

Estrenos de la semana

Se arrienda
de Alberto Fuguet
-¿Oye, tú soi el Luciano Cruz Coke?
_____
Los dukes de Hazzard
de Jay Chandrasekhar
-Pta las minas ricas, primo.
-Sí, nada que ver con la Daisy.
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Wallace y Gromit
de Steve Box y Nick Park

-¡TVN está mostrando noticias de delincuencia de nuevo!

____

El Luchador

de Ron Howard



-Oye hueón, convéncete, no estai en "Gladiador"




20051004

Mi tía Lucía


Lucía Sepúlveda Ruiz, mi tía periodista, acaba de sacar un libro llamado "119 de nosotros" (editorial LOM). Son crónicas de las vidas --y de las muertes-- de los 119 asesinados en la operación Colombo: ese tongo que craneó la Dina en 1975 como "aperitivo" de la Operación Cóndor. La policía secreta de Pinochet inventó dos publicaciones, una en Curitiba, Brasil, y otra en Buenos Aires. En ambas se hablaba de un supuesto ajuste de cuentas entre "guerrilleros" chilenos en diferentes partes de Latinoamérica. Desde luego, todo era mentira. Se trataba de personas -del MIR, PS y PC-- asesinadas y desaparecidas por la Dina en Chile. "La Segunda", en un titular por el que no vendría mal pedir disculpas, se hizo eco de las informaciones de estas revistas truchas (salieron sólo una vez: ésa): Exterminan como ratas a miristas fue un titular "clásico" en el periodismo chileno. Otros diarios, como El Mercurio, LUN y La Tercera reprodujeron, con al menos un poco menos de "entusiasmo" en el título, la misma versión sin preguntar.
A la Lucía la conocí (o mejor dicho re-conocí) en Buenos Aires, en el verano de 1990. Fue un iniciático viaje en el extinto tren Mendoza-Buenos Aires que tenía el doble objetivo de verla a ella, a mi prima, y a la ciudad. Pinochet había perdido el plebiscito y Chile se preparaba para que asumiera el gobierno de Aylwin. La Lucía, durante casi toda la dictadura, había permanecido clandestina en Chile o afuera. Disciplinada, porfiada, cabeza dura, la Lucía, dirigente del Mir durante los setenta, cortó los contactos familiares y no la vi sino hasta esa fecha. Para 1990 había sobrevivido a todo: al asesinato del padre de mi prima (el también periodista Augusto Carmona) y al exterminio físico de los cuadros que quedaban del Mir en los bosques fríos de Neltume. Para el verano de 1990, la Lucía estaba contemplando la posibilidad de regresar a Chile; Pinochet, desde la comandancia en jefe, aún roncaba, y no era llegar y cruzar la cordillera.
La Lucía pudo haber estado entre esos 119 cuyo nombres se publicaron en 1975. En algún momento de los años ochenta, apareció en la C1 de El Mercurio como uno de los rostros de las personas más buscadas de Chile. No sé si tomó armas o hizo el trabajo para que otros las tomaran. Si es un hecho que participó en un movimiento que se opuso a Pinochet con armas, y que ese hecho la definió como persona --y la define hasta hoy.
Cuando volvió a Chile se encontró con una sociedad que, a la vez que había rechazado, con los años cada vez más, todo lo que significó Pinochet, tampoco aceptó el paquete que el MIR había ofrecido antes del golpe, ni la manera de enfrentar a la dictadura después. Entre medio, la Lucía se había dedicado al yoga y a las terapias alternativas. Esa es otra gran "pata" de su vida.
Dos libros que ella ha sacado (el otro es "Morir es la noticia", en el que fue una de las autoras que recopiló las historias de todos los periodistas asesinados por la dictadura) , son libros sobre el pasado. Y no son sobre hechos del pasado, sino sobre personas del pasado. Del pasado de ella, de la Lucía: de sus amigos, compañeros, del mundo que ella escogió y que le hicieron trizas, o se hizo trizas solo o cualquiera sea la interpretación de la historia que uno quiera darle al Mir y a la izquierda ultra de los setenta y ochenta. En "119 de nosotros" la Lucía usa el periodismo para resucitar, uno a uno, a los muertos que terminaron agrupados en esa truchería que bautizaron como "Operación Colombo". Es como si se echara sobre sus hombros la titánica tarea de retroceder el calendario. Sus compañeros de entonces tenían 25, 30 años a lo más. Han pasado treinta años de eso.
Yo pertenezco a otra generación. Quise, cuando tenía 15, 20, 25 años, creer en algo. Hoy creo en muy pocas cosas. Creo en cosas normales: en mi familia, en mi mujer, en mis hijas, en la gata de mis hijas, en la literatura, en el periodismo, en las historias, en el fútbol (algo), y en este blog como una forma de comunicación. Creo en una vida relativamente normal, no plana, pero sí normal. Miro a la generación del Mir y no la envidio; es más: creo que estaba profunda, seriamente equivocada. Pero recuerdo la primera época de Pinochet y me pregunto cómo hubiera sido yo de haber tenido más edad (para las protestas y los ochenta yo ya tenía edad como para saber que el Estado chileno estaba en el negocio del asesinato). ¿Habría mirado las cosas como ahora? ¿Qué tipo de persona hubiera sido? ¿Un sicópata? ¿Un idealista? ¿Habría recibido una bala? ¿Habría disparado una?
Hay un proverbio (creo que árabe) que dice que las personas se parecen más a la época que les toca vivir que a sus padres. Creo que esto aplica para la Lucía, para mí, para quienes leen esto. Compren el libro.
Más sobre la Lucía, aquí

20051003

Festival de Cine de Valdivia

Este post es solo para promocionar el trabajo de mi amigo Gonzalo Maza, quien está cubriendo Valdivia solo para su blog: Analízame. Visítenlo. Gonzalo tiene sensibilidad y a la vez cuero de chancho para ser crítico de cine.