Harry, con las últimas fuerzas de su alma, pensaba que había que tener fe en la literatura. Pero costaba.
Tenía la costumbre de pasearse por las librerías en busca de comienzos de novelas que le devolvieran la fe. Le gustaban las librerías modernas de los centros comerciales, porque la luz halógena se reflejaba en los lomos de los libros. Le gustaba acercarse al mostrador principal y abrir al azar. "La primera vez que Juan", "La muerte tiene muchas caras", "Juanita se acercó al velador y levantó el arma", "La noche era fría y húmeda", "Cuando Pedro de Valdivia fundó Santiago nunca se imaginó que", "Al principio creó Dios el cielo y la tierra".
Progresivamente Harry iba consumiéndose en ira. Era una sensación difícil de manejar y no muy agradable. Estos, pensaba, eran los hijos de puta que le habían robado la vida. Afeitados mocosos becados por organismos internacionales o vendidos cuarentones que contaban grandes verdades que hasta un idiota podía entender.
"El padre de Juan tenía miedo de su hijo". "En el museo del Louvre, el más famoso del mundo, yacía asesinado un hombre maduro", "Yo antes no creía en nada", "El camino para conocerte a ti mismo pasa por amarte a ti mismo".
Afortunadamente las librerías tenían ciertas colecciones de libros fotográficos. "1000 desnudos". "Lesbianas y daguerrotipos". "Arte sexual". "Las mejores prostitutas de la historia". Harry abría cualquiera de esos libros y eran tanto mejores que los comienzos de novelas. ¿Eran novelas esas mierdas? ¿Qué eran?
Un libro de tapa muy brillante le devolvió su rostro, como si fuera un espejo. ¿Dónde se había jodido Harry? Le hubiera gustado que su novela dijera: "Harry no se reconoció". Pero era exactamente lo que veía en el aceitado papel couché: un cuarentón olvidado, con la barba a medio afeitar, ojeras, cara de mierda, que se equilibraba en la cuerda floja mientras toda su generación parecía tan segura de sí misma. "El cultivo de las flores es una de las actividades que más recompensas le pueden dar en la vida". "El sentido de todo lo que hacemos está en nosotros". "Si está pensando en ganar, es probable que lo logre". Alguna vez pensó que los libros eran el antídoto. Se había dado cuenta demasiado tarde de que no era así.
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