20051004

Mi tía Lucía


Lucía Sepúlveda Ruiz, mi tía periodista, acaba de sacar un libro llamado "119 de nosotros" (editorial LOM). Son crónicas de las vidas --y de las muertes-- de los 119 asesinados en la operación Colombo: ese tongo que craneó la Dina en 1975 como "aperitivo" de la Operación Cóndor. La policía secreta de Pinochet inventó dos publicaciones, una en Curitiba, Brasil, y otra en Buenos Aires. En ambas se hablaba de un supuesto ajuste de cuentas entre "guerrilleros" chilenos en diferentes partes de Latinoamérica. Desde luego, todo era mentira. Se trataba de personas -del MIR, PS y PC-- asesinadas y desaparecidas por la Dina en Chile. "La Segunda", en un titular por el que no vendría mal pedir disculpas, se hizo eco de las informaciones de estas revistas truchas (salieron sólo una vez: ésa): Exterminan como ratas a miristas fue un titular "clásico" en el periodismo chileno. Otros diarios, como El Mercurio, LUN y La Tercera reprodujeron, con al menos un poco menos de "entusiasmo" en el título, la misma versión sin preguntar.
A la Lucía la conocí (o mejor dicho re-conocí) en Buenos Aires, en el verano de 1990. Fue un iniciático viaje en el extinto tren Mendoza-Buenos Aires que tenía el doble objetivo de verla a ella, a mi prima, y a la ciudad. Pinochet había perdido el plebiscito y Chile se preparaba para que asumiera el gobierno de Aylwin. La Lucía, durante casi toda la dictadura, había permanecido clandestina en Chile o afuera. Disciplinada, porfiada, cabeza dura, la Lucía, dirigente del Mir durante los setenta, cortó los contactos familiares y no la vi sino hasta esa fecha. Para 1990 había sobrevivido a todo: al asesinato del padre de mi prima (el también periodista Augusto Carmona) y al exterminio físico de los cuadros que quedaban del Mir en los bosques fríos de Neltume. Para el verano de 1990, la Lucía estaba contemplando la posibilidad de regresar a Chile; Pinochet, desde la comandancia en jefe, aún roncaba, y no era llegar y cruzar la cordillera.
La Lucía pudo haber estado entre esos 119 cuyo nombres se publicaron en 1975. En algún momento de los años ochenta, apareció en la C1 de El Mercurio como uno de los rostros de las personas más buscadas de Chile. No sé si tomó armas o hizo el trabajo para que otros las tomaran. Si es un hecho que participó en un movimiento que se opuso a Pinochet con armas, y que ese hecho la definió como persona --y la define hasta hoy.
Cuando volvió a Chile se encontró con una sociedad que, a la vez que había rechazado, con los años cada vez más, todo lo que significó Pinochet, tampoco aceptó el paquete que el MIR había ofrecido antes del golpe, ni la manera de enfrentar a la dictadura después. Entre medio, la Lucía se había dedicado al yoga y a las terapias alternativas. Esa es otra gran "pata" de su vida.
Dos libros que ella ha sacado (el otro es "Morir es la noticia", en el que fue una de las autoras que recopiló las historias de todos los periodistas asesinados por la dictadura) , son libros sobre el pasado. Y no son sobre hechos del pasado, sino sobre personas del pasado. Del pasado de ella, de la Lucía: de sus amigos, compañeros, del mundo que ella escogió y que le hicieron trizas, o se hizo trizas solo o cualquiera sea la interpretación de la historia que uno quiera darle al Mir y a la izquierda ultra de los setenta y ochenta. En "119 de nosotros" la Lucía usa el periodismo para resucitar, uno a uno, a los muertos que terminaron agrupados en esa truchería que bautizaron como "Operación Colombo". Es como si se echara sobre sus hombros la titánica tarea de retroceder el calendario. Sus compañeros de entonces tenían 25, 30 años a lo más. Han pasado treinta años de eso.
Yo pertenezco a otra generación. Quise, cuando tenía 15, 20, 25 años, creer en algo. Hoy creo en muy pocas cosas. Creo en cosas normales: en mi familia, en mi mujer, en mis hijas, en la gata de mis hijas, en la literatura, en el periodismo, en las historias, en el fútbol (algo), y en este blog como una forma de comunicación. Creo en una vida relativamente normal, no plana, pero sí normal. Miro a la generación del Mir y no la envidio; es más: creo que estaba profunda, seriamente equivocada. Pero recuerdo la primera época de Pinochet y me pregunto cómo hubiera sido yo de haber tenido más edad (para las protestas y los ochenta yo ya tenía edad como para saber que el Estado chileno estaba en el negocio del asesinato). ¿Habría mirado las cosas como ahora? ¿Qué tipo de persona hubiera sido? ¿Un sicópata? ¿Un idealista? ¿Habría recibido una bala? ¿Habría disparado una?
Hay un proverbio (creo que árabe) que dice que las personas se parecen más a la época que les toca vivir que a sus padres. Creo que esto aplica para la Lucía, para mí, para quienes leen esto. Compren el libro.
Más sobre la Lucía, aquí

8 comentarios:

Paz dijo...

¿Tu crees en el Periodismo?
Yo no
Creo en el antiguo, en ese que peleaba con los dinacos, cuando los Periodistas eran los únicos personajes que entregaban noticias, que se codeaban con los políticos, que peleaban con los milicos o que investigaban asesinatos.

Hoy nos cagó google y Reuters. Nos cagaron las video conferencias y las noticias.net de los atentados.

No somos necesarios en lo absoluto. El paso por la Universidad probablemente nos ayude a "cachar un poco más" o sea, saber de que mierda estamos hablando. ¿Pero hablar? ¿Escribir? Cualquiera puede. O acaso no lees LUN.

Por aca alguien me enseñó algo de esta muerte

sur50.blogspot.com

Paz dijo...

Y pensándolo bien.

Ni la U nos enseña a hablar de algo...le pagamos para que nos firme un papel, para q se lo llevemos a un medio, para q nos contrate (o no).

Compramos nuestro futuro para q nos paguen por ezkrivir vyem.

O trabajamos en Tironi.

Anónimo dijo...

sí creo, en el bueno, que se puede hacer y se hace.
Cada vez que alguien proclama "la muerte" de algo... no sé, hay que tener cuidado.
Con esto de los blogs, por ejemplo y eso de que "no somos necesarios", no creo en eso. Somos necesarios para que existan blogs periodísticos, en los que la gente pueda confiar tanto como antes confiaba en los medios. No basta tomar la fotito y escribir un par de cosas. Ahí entramos nosotros. O al menos deberíamos saber hacerlo.
Una cosa es la manera en que se cuentan las historias, que cambia a cada hora.
La otra es saber contar esas historias, que es igual siempre.

Paz dijo...

Ay!
Esto de verdad a veces me complica.

Siento muchas veces que a la gente de verdad no le interesa si es un periodista el que te cuenta historias o no.

Anónimo dijo...

Pero si piensas así estás partiendo de la base de "cómo te van a recibir los otros". Yo creo como tú, que a la gente le importa un rábano si eres periodista o no, pero eso no tiene por qué detenerte. El campo está abierto para todo el mundo, incluso para los periodistas: aprovéchalo.

Anónimo dijo...

Alfredo: Supe que ya no estás en la revista, que emprendiste rumbo a la U. Padre Hurtado.
Espero que te vaya muy bien y te agradezco enormemente todo el apoyo que me brindaste.
Gracias por el comentario a Fortuño también. LLámame por cualquier cosa en la que yo te pueda ayudar.
Un abrazo

Paz dijo...

Lo aprovecharé o al menos lo voy a intentar.

Ps: ALBERTO Hurtado!

Gonzalo Maza dijo...

Alfred,
La pregunta es... ¿Cómo se entera uno de un libro como el de la señora Sepúlveda si no es por tu blog? ¿No es como mucho? Yo ya estoy harto de la flojera y la pelotudez de los medios, y de los periodistas. Estoy de acuerdo contigo: sigo creyendo en el periodismo porque sigo creyendo en que podemos comunicarnos, y darnos informacion que nos sirva. Como lo hace todos los días Marisol García (marisolgarcia.blogspot.com). Pero no creo en los periodistas (cada día más ratas, cada día más preocupados de ser como Julio Cesar Rodriguez, y salir en la tele), y los medios me producen una desconfianza profunda. Creo en el periodismo, como tú. Eso que hoy se llama blog, y antes se llamaba revista de fotocopia, y antes se llamaba stencil. Como siempre, un gran abrazo!