20060522

U du du The da da Da Vinci Code


He vuelto a releer “la verdad de las mentiras” luego de un acalorado debate con mis alumnos que se fue por donde jamás sospeché que se iba a ir. Los respetables se estaban quedando dormidos hasta que mencioné “El código Da Vinci” como un ejemplo de literatura que no rompía nada, que era convencional, previsible. Ardió Troya. Argumentaban algunos de ellos que sí rompía convenciones: las de los creyentes. “No si uno tiene una cultura lectora”, creo que argumenté. “Si los estúpidos se influencian con basura mal escrita, allá ellos, su problema, que sigan viendo tele y que se escandalicen los muy ignorantes”, no dije, pero pude haber dicho (no me acuerdo qué dije).
MVG in a nutshell: toda novela miente pero esas mentiras tienen la fuerza de la verdad. Las novelas, dice él, no nos dicen como somos, sino como nos gustaría ser. Estamos condenados a vivir una sola vida, pero gracias a las novelas vivimos muchas. Las novelas dan cuenta de esos deseos y frustraciones, y así van pintando una verdad del porte de una catedral: la de quienes queremos ser.
Yo tomé hace uno par años El Código Da Vinci. Lo leí saltándome partes y entendí la trama igual. Pero si uno piensa en el libro no como literatura valiosa –que no lo es-, sino como un fenómeno editorial mundial, no puede ignorar que alguna tecla pulsa. Cierto: no lo hace en el nivel de las personas con cultura lectora. Pero justamente por eso su popularidad ha sido inmensa. El mundo, aunque nos duela, no lee y los flautistas de Hamelin llevan a la gente adonde quieren. Entonces, ECDV sí ha sido una novela y una película importante para mucha gente, y es eso lo que ha determinado el escándalo. ¿Por qué?
¿Qué “sueños”, “frustraciones”, “deseos”, refleja ECDV? ¿Qué nos dice respecto de cómo queremos ser, ya no como sofisticados lectores, sino como occidentales “normales”, que vemos más tele de la que debiéramos, y cuando leemos libros no sabemos qué hacer con ellos? Me atrevo a aventurar la teoría de que la popularidad de ECDV va en directa relación con el auge de la interpretación conservadora del cristianismo: un revival mundial que partió con Juan Pablo 2 y que hoy tiene como principales cabezas a los conservadores cristianos estadounidenses representados en George W. Bush, y, en el lado del catolicismo, a Benedicto 16.
En ECDV al final Cristo es un líder y no un Dios. Pero no es un líder normal: muere en la cruz. Más hondura teológica tenía “La última tentación de Cristo”, una novela magnífica que a mí, agnóstico con cultura católica en la mochila, me paraba los pelos porque me hacía entender lo que hubiera significado que Cristo no hubiera muerto en la cruz.
Pero la "herejía" de ECDV es tan pobre, que no se sostiene por sí misma, ni creo que ha sido la responsable de la popularidad del libro. Creo que su conexión con el público es otra: la imagen de Cristo como un hombre, no como un Dios, (Cristo tuvo sexo!).
Por lo general, las grandes religiones monoteístas no tienen la imagen de un Dios carnal (sí la tiene el hinduísmo; y Buda, sin ser un Dios, fue un mimado niño rico que tenía todo el sexo que quería, hasta que un día conoció a un mendigo viejo). Pero el cristianismo, al proclamar la dualidad de su figura central –Dios y hombre al mismo tiempo- deja abierta la puerta. O cerrada, con el candado de la interpretación tradicional del dogma: Jesús, el hombre que vivió y comió, aparentemente, no se “rebajaba” a tener relaciones carnales, y mucho menos a enamorarse, casarse, tener hijos. Como los evangelios no dicen que se casó, no se casó. Pero tampoco dicen que no lo haya hecho.
¿Cómo un Dios puede deslumbrarse con una mujer y entregarse entero a ella? ¿Dónde queda el resto de la humanidad si Cristo se casó con Magdalena? En la inocente fantasía literaria de ECDV Cristo sí tuvo sexo como todos nosotros e hijos como todos nosotros. Pero el tema del sacrificio en la cruz queda, en cierta forma, intacto. Cristo no se va a Francia con su mujer y sus hijos, sino que hace exactamente lo que Benedicto XVI y Hans Kung creen que hizo. Cierto, si uno sigue la argumentación del libro, la resurrexión desaparece, pero, insisto, no es esto por lo que se han impreso millones de ediciones. Si ECDV se tratara de eso, le habría ido mal, como le va a toda literatura decente, que, en el fondo, en su interpretación más superficial, sólo trae malas noticias. ECDV funciona por lo mismo que funcionan los manuales de auto ayuda: da una esperanza. ¿Cuál?
En el fondo, hay un hambre en Occidente de que Cristo sea más Jesús y menos Cristo. El hombre está más cerca de la normalidad así. El “sueño”, el “deseo”, que ECDV entrega detrás de una mala trama de novela de suspenso, es la idea de que Dios está más cerca de uno de lo que las iglesias sostienen. Si se casó y tuvo hijos, vivió lo mismo que nosotros. Sintió ese “mismo placer, ese mismo dolor imaginario”, como dice Nicanor Parra. En un mundo en que el conservardurismo ha tomado las riendas del cristianismo –en sus vertientes protestante (al menos en U.S.A) y católica-, ECDV entrega una válvula de escape a todos quienes sueñan con una fe más liberal, por usar términos malos –no soy teólogo-. Esa es la “herejía” que comete. Conectar a los creyentes con un sueño más allá del dogma: la de un Dios que es más parecido a uno de lo que lo que le habían enseñado.
En ese mismo ensayo, MVG recuerda que durante toda la época colonial la corona española prohibió las novelas en Latinoamérica. ¿Por qué? Las novelas pueden vivir en democracia: ambos caminos, el de la verdad “de verdad” (tal vez representada por la historia y por el periodismo), y el de la verdad “de mentira” de las novelas, conviven y se complementan. Nadie lee a Tolstoi, dice MVG, con la intención de saber cómo fueron exactamente las batallas de “La guerra y la Paz”, sino con la intención de saber qué fantasmas poblaban a la Rusia de su tiempo. Pero las novelas no pueden vivir en sistemas totalitarios. En éstos, el poder necesita colonizar todos los espacios: los públicos (la historia, el periodismo), y también los privados (las novelas). Si tú tienes sueños, tienes ideas. Si tienes ideas, hay una gran chance de que sean distintas a las del poder. Por eso las listas de libros prohibidos, los escritores encarcelados o muertos, las verdades “oficiales”.
Pero las novelas no solucionan nada. Simplemente muestran. Es cierto que El Código Da Vinci es un best-seller de la medianía de la tabla de posiciones. No es gran literatura… ni siquiera es literatura. Pero suponer que este es un debate sobre “deber ser” en la literatura o el cine es perder el punto. El punto es que ECDV ha abierto una puerta –la misma que abrió, con bastantes más méritos literarios, La Última Tentación de Cristo-: y tras ella hay millones de personas en busca de una fe más cercana, querible, que los interprete. Tal vez no debería decir una puerta. Tal vez debería decir una ventana. Del segundo piso. Con barrotes. Las llaves de la puerta no las tiene ni la literatura ni el cine.

11 comentarios:

Isabel dijo...

Creo que es muy interesante tu punto de vista, Alfred. Y como mujer criada en la rama jesuita del catolicismo, hasta me tinca que a los del San Ignacio les podría interesar.
Pero sobre todo me acordé de una vez que te llevé a la misa de Nuestra Señora de Los Angeles y la odiaste. Perdona, sé que te ponen incómodo este tipo de recuerdos, pero a mí me dan risa! No hard feelings, por favor.

(((cristian.mena))) dijo...

Tu blog es buenisimo, vale la pena leerlo y aprender cuestiones al hacerlo. Nunca había comentado, no sé pq pero cuando uno comenta nadie te pesca, es como lo mismo.
¿En que proyectos estás ahora?

Anónimo dijo...

Nou jard fílings at ól, Isabel, no te preocupes.
Radar: vi tu blog, está bueno... ¡cómo lo haces para poner ese reloj? Estoy en una biografía de no-ficción sobre O'Higgins.

(((cristian.mena))) dijo...

Esos super relojes de ultima tecnologia y precision atómica, se encuentran en www.clocklink.com. Entre, elija el relox de su gusto y empiece a usarlo no más (más facil que comprarle un reloj a los ambulantes), claro que igual hay que hacer algunos malabarismos con el codigo html del template del blogs. Pero eso se soluciona con unos cursillos de computación avanzada y estamos listeilor.

Juan Pablo Tapia dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Juan Pablo Tapia dijo...

"...las novelas no solucionan nada. Simplemente muestran" Te puedo citar?

Anónimo dijo...

pero... of cúrs. cíteme no más, maestro.

Anónimo dijo...

¿qué es resurrexión?

Anónimo dijo...

Es "resurrección" mal escrita.

Anónimo dijo...

No se me hubiera ocurrido recurrir a la Verdad de las Mentiras para analizar el Código Da Vinci, pero te encuentro toda la razón. Me encanta esto del "deseo", el "sueño" al que apela la novela y eso me hizo pensar en el deseo de las mujeres de ser reconocidas como parte importante de la iglesia. El libro plantea que María Magdalena no era una prostituta, sino un princesa. Eso apela directamente a la historia, la autoestima, la autoimagen de las muejeres. Es una reivindicación. Un deseo cumplido.

Angélica Bulnes S. dijo...

Yo creo que te equivocas cuando dices cuando dices que el libro no impacta a nivel de la gente con cultura lectora. El cura Ibáñez, alias Ignacio Valente, crítico literario, dio no uan sino que dos entrevistas para hablar del tema. Si el tema no lo impactara sencillamente no hablaría. También he visto a gente del Opus Dei, varias de las cuales están relativamente bien leidas, en la misma. Y creo que eso es lo que más me sorprende del asunto, que gente que sí lee, hasta culta armar tanto lío con un libro tan malo.